¿Ser exigente es una virtud? ¿Desearlo todo, a toda costa, como si el resto del mundo sólo estuviera ahí para abastecernos de todo lo que requerimos, sin recibir nada a cambio de nuestra avaricia? Una actitud narcisista sólo provoca el desprecio y el aislamiento: ¿quién quiere estar al lado de alguien que lo considera inferior, un simple objeto cuya única función es ser utilizado en el momento oportuno y después olvidado? Considerar a los demás como medios para obtener nuestros fines, y relegarlos al olvido una vez que ya no nos son necesarios: no creo que exista vileza mayor en este mundo...

¿Qué hacer cuando nos encontramos con un ser semejante, capaz de destruirnos sólo por el placer de hacerlo, de manipular nuestros hilos hasta sentirse satisfecho? Desprecio, por supuesto, y distancia: el veneno sólo puede hacer efecto si estamos lo suficientemente cerca para que nos lo inoculen. ¿Intentar cambiar a ese ser? Inútil propuesta: se volverá contra nosotros y nos absorberá hasta la última gota de fuerza vital, reafirmándose en su delirante realidad, gran maestro de marionetas que se considera capaz de hacernos actuar en una obra escrita, dirigida y protagonizada por él... Pero siempre acaba desenmascarado, y por aquellos a los que consideraba más débiles: paradoja de los seres "superiores", que contemplan su magnífico reflejo en el espejo y creen que merecen ser adorados, cuando sólo provocan la indiferencia de los que le rodean...

¿A quién manipulará ella ahora, después de que se rompieran los hilos que nos mantenían atados?

Creía en ella. Sabía que era orgullosa en demasía, veleidosa y en estado de permanente insatisfacción con el mundo, pero tenía dentro de sí algo que la convertía en un ser especial. Lástima que todo ello sucumbiera bajo la altanería y la soberbia, producto de un orgullo excesivo que (y de esto ella nunca se dio cuenta) la abocaba al olvido y a la soledad.

¿Importa todo ello ahora, después de que la memoria se haya encargado de borrar los recuerdos de un pasado que sólo pervive en estas líneas? Simples retazos que no alcanzan a evocar los sentimientos del ayer, imprecisa mezcla de sensaciones vividas, deseos y frustraciones que se confundían en un solo momento.

¿Realmente queremos volver al pasado? ¿Y a qué pasado: al que sucedió realmente o al que está empañado por nuestros deseos y añoranzas? Ninguno nos colmará, pero eso ya lo sabíamos desde el principio...

La memoria me retrotrae al momento en que nuestra relación descarriló, al inicio de la decadencia... Juntos, abrazados, nada parecía poder perturbar nuestros sentimientos... Todo parecía encajar (casi) perfectamente en un universo donde sólo existíamos los dos, al menos durante ese breve momento de la historia...

Sólo las palabras podían hacer mella en ese momento único, en ese instante en que, no se sabe cómo ni por qué (aunque la intuición suele avisarnos, de manera sutil, de la inminencia de lo que va a suceder), los hechos se sucedieron de manera vertiginosa y nada volvió a ser como antes...

"Te quiero..." Dos palabras, expresadas en un momento que se ¡maginaba mágico, provocaron una reacción inesperada, contradictoria, en ella... Decepción, ahora lo sé, inevitable: el deseo había introducido elementos irreales en la historia, provocando ilusiones y visiones que sólo pertenecían a uno de los dos...

Sensación de haber sido utilizado, manipulado... Lógicos sentimientos después de una ruptura, tópicos incluso, alimentados por el desprecio y la hostilidad que ella descargó posteriormente en mi... Pero los dos sabemos qué ocurrió realmente, y eso nadie lo podrá cambiar: el pasado nunca vuelve, imperturbable e inamovible, a pesar de los intentos por reescribirlo...

Ya no siento nada... Es algo extraño, pero sé que está ahí... ¿Demasiada distancia entre nosotros? La añoranza se apoderó de mí al principio, cuando aún quedaba algo de aquella amistad, pero se ha evaporado sin dejar rastro... La indiferencia es una suave sensación que no permite volver al pasado, no deja que los recuerdos atraviesen su dura coraza y reaviven los sentimientos de antaño... Empiezo, incluso, a olvidar los rasgos de su cara, antes siempre presentes y casi indelebles en la memoria... Como si nunca la hubiera conocido, vago recuerdo de un pasado que, quizás, no existió...

Perdonar, sí. Olvidar, no. ¿Qué certeza hay en ello, cuando la indiferencia se apodera del pasado y lo engulle hasta no dejar (casi) nada?

Los recuerdos se van diluyendo en la memoria... Ya nada queda del pasado, feliz en su momento pero, ahora, relegado al rincón del olvido... El futuro destrozará los rastros de ese pasado, y ella sólo será una brizna de hierba en el gran jardín de la memoria, tan pequeña que ni siquiera despertará el más leve recuerdo...